El dragón (la serpiente antigua, el diablo) es el enemigo de la mujer
Tenemos Dios Padre y Dios Madre.
La Biblia nos enseña a proseguir en conocer a Dios. Por eso, debemos conocer también a Dios Madre para creer en ella.
Hace dos mil años, el enemigo (el diablo) persiguió a Dios Padre, quien había venido en la carne a esta tierra. A través del apóstol Juan, Dios ya había mostrado que el diablo perseguiría en gran manera a Dios Madre y la calumniaría en los últimos días.
Ap. 12:17 『Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.』
Dios puso enemistad entre la serpiente y la mujer, como está escrito en Génesis: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Gn. 3:15).
Esta profecía se refiere a los últimos días.
El libro del Apocalipsis declara que el dragón (el diablo) se llenó de ira contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella.
De acuerdo a esta profecía, el enemigo inicuo (el diablo) estará de pie en la orilla del mar, haciendo guerra contra los 144 mil hijos reunidos por Dios Madre.
La Biblia ya había profetizado que la serpiente heriría a la mujer en el calcañar, y que la mujer heriría a la serpiente en la cabeza.
Según esta profecía, el diablo golpeará a la descendencia de la mujer, pero no será un golpe fatal. Sin embargo, el diablo sí sufrirá un golpe mortal.
La Biblia ya profetizó sobre la última batalla espiritual y la victoria final de la descendencia de la mujer sobre la serpiente. La manera de vencer es obedecer los mandamientos de Dios con una fe perfecta en el Padre y la Madre.
Tenemos que conocer a Dios Padre y a Dios Madre, creer en ellos, adorarlos de acuerdo a su voluntad y glorificarlos. Si no lo hiciéremos, Dios no aprobará nuestra fe, aun si estuviéremos satisfechos y nos sintiéremos orgullosos de ella.
No tiene sentido para nosotros adorar a Dios sin conocerlo, aunque lo hagamos con diligencia. Piensen en el sacrificio de Caín. Caín creía en Dios, pero no conocía qué clase de sacrificio le habría agradado. Él ofreció un sacrificio para satisfacerse a sí mismo.Caín sacrificó ciegamente una ofrenda a Dios, y lo adoró e invocó en ignorancia.
Dios no se complació con su ofrenda. Pero el sacrificio de Abel fue aceptado porque él sabía qué agradaba a Dios y le ofreció la sangre de un cordero.